ML. 13. MAHARAJA PRATAPARUDRA

CON EL CONSENTIMIENTO Y LAS BENDICIONES DE TODOS LOS DEVOTOS

La carroza llegó a Balagandi, a mitad del camino entre el Templo de Jagannatha y el Templo de Gundica. Allí se permitió a todos, sin importar posición social o religión, ofrecer alimentos al Señor Jagannatha. En ese momento, Sri Caitanya entró en un jardín cercano y se acostó para descansar un rato, todavía bajo la influencia de profundos sentimientos devocionales. Una vez allí, Sarvabhauma instruyó al Rey Prataparudra que desechara sus vestimentas reales y vistiera las simples y humildes ropas de un devoto. Luego, con el consentimiento y las bendiciones de todos los devotos, el Rey se aproximó al Gran Maestro Sri Caitanya y delicadamente masajeó Sus dorados pies de loto. También empezó a recitar suavemente versos del sagrado Srimad Bhagavatam describiendo aquel momento en el Rasa-lila, cuando las Gopis oraban por el retorno de Krsna, quien había desaparecido repentinamente del círculo de la danza. Sri Caitanya experimentó gran deleite al escuchar estos preciosos versos, y todavía sin reconocer la identidad del recitador, pidió que se los repitiera una y otra vez. El Rey Prataparudra continuó: “Verdaderamente magnánimos sólo son aquellos que apaciguan a los afligidos con dulces palabras amorosas, infundiéndoles nueva vida. Los grandes sabios alaban estas palabras, porque destruyen todos los pecados. ¡Benditos los momentos en que esas palabras llegan a nuestros oídos!

¡CIERTAMENTE ERES GENEROSO!

De repente, Sri Caitanya exclamó: “¡Ciertamente eres generoso! ¡Verdaderamente eres muy generoso! Me has dado un tesoro incalculable y Yo no tengo con que retribuirte. Por lo tanto te daré un abrazo”. Entonces, Sri Caitanya abrazó al Rey amorosamente y preguntó: “¿Quién eres, amigo Mío? ¡Eres tan bondadoso que has vertido en Mis oídos el néctar de los pasatiempos de Krsna!” “Espero que me conviertas en el sirviente de Tu sirviente”, contestó humildemente el Rey Prataparudra. Entonces Sri Caitanya magnánimamente se manifestó ante el Rey en la forma de Visnu con seis brazos, revelándole así Su personalidad divina, y prohibiéndole difundir este secreto. Postrándose a los pies del Gran Maestro, el Rey se alejó con el corazón plenamente satisfecho. El deseo que por tanto tiempo acariciara Sarvabhauma, fue colmado cuando el Gran Maestro Sri Caitanya instruyó al Rey. Él le pidió que todo lo que hiciese fuera para Krsna, y que cantara los santos nombres de Krsna con la convicción de que esa arma divina ciertamente lo protegería. Una vez más, Sri Caitanya advirtió al Rey que no predicara ni divulgara ante el mundo que Él era Dios, el Señor Supremo. Si el Rey desobedecía esta instrucción, Él abandonaría Puri-dhama. Después de recibir las bendiciones divinas del Señor, el Rey, su familia, y todo el reino, trabajaron para la misión del Señor Sri Caitanya, demostrando ser sirvientes fieles y consagrados.

LA CARROZA COMENZÓ A MOVERSE AL INSTANTE

Después de este incidente extraordinario, el Gran Maestro Sri Caitanya y Sus amigos se sentaron a almorzar. Su comida consistió en los remanentes de las ofrendas hechas al Señor Jagannatha. Un vez más, llegó el momento de halar la carroza hacia el Templo de Gundica. Esta vez, la carroza no quiso desplazarse ni un centímetro. Enormes elefantes y cientos de hombres no lograron hacer que se moviese. El Gran Maestro Sri Caitanya hizo retirar los elefantes y al igual que antes empujó la carroza por detrás, con Su cabeza. La carroza comenzó a moverse al instante, sin esfuerzo alguno. Los cielos resonaron con exclamaciones entremezcladas de “¡Jaya Jagannatha! ¡Jaya Gauracandra! ¡Jaya Krsna Caitanya!” Finalmente, el Señor Jagannatha llegó al Templo de Gundica y ocupó el exquisito trono que Sus devotos habían preparado para Él. Al atardecer, el Gran Maestro Sri Caitanya comenzó a danzar durante la ceremonia de Arati ofrecida al Señor. En realidad, Sri Caitanya continuó allí los ocho días en que el Señor Jagannatha permaneció en el Templo de Gundica, y arrobado danzaba en cada ceremonia de Arati. En las mañanas, Sri Caitanya y Sus devotos cantaban en congregación los santos nombres y los pasatiempos de Krsna ante el Señor Jagannatha. Más tarde, pasaban algún tiempo nadando y jugando alegremente en el lago Indradyumna. Cuando se salpicaban con agua unos a otros, parecían jovencitos. Sumergidos en el amor que el Gran Maestro les dispensaba, el venerable Sarvabhauma y el veterano Advaita Acarya olvidaban por completo su edad avanzada, y Ramananda-raya su dignidad.

POCOS DÍAS DESPUÉS DEL FESTIVAL DE LAS CARROZAS

Pocos días después del festival de las carrozas y de la feliz permanencia del Señor Jagannatha en el Templo de Gundica, se celebró el festival Hera Pañcami, el regreso del Señor Jagannatha al templo principal. Este festival se celebra con gran pompa y esplendor. Svarupa Damodara y Srivasa Pandita, con el Gran Maestro Sri Caitanya como mediador, comenzaron a discutir la superioridad y las diferencias entre el servicio amoroso de las doncellas de Vraja y las cualidades de la devoción de Sri Laksmi, a quien el Señor Jagannatha dejara llorando Su ausencia en el templo principal. El festival de Hera Pañcami representa la ira de Laksmi en la ausencia de Su Señor Jagannatha. La diosa Laksmi, bellamente adornada con perlas y gemas preciosas, llega a la Puerta de los Leones, la puerta principal del Templo del Señor Jagannatha, sobre una dorada carroza espléndidamente decorada. Ella va acompañada por hileras de sirvientas portando banderines, sombrillas y otros artículos reales. También va escoltada por músicos y precedida por jóvenes bailarinas bellamente ataviadas. Cientos de las asistentes de Laksmi capturaban y ataban a los sirvientes del Señor Jagannatha, arrastrándolos hasta sus pies. Entonces Laksmi los castigaba como si fuesen ladrones y les imponía multas. Luego los apaleaba hasta que caían al suelo sin sentido. En su ira desmedida, los maltrataba al máximo. En esa ocasión, el Gran Maestro Sri Caitanya danzó vigorosamente en medio del grupo de Kirtana. Los ocho Satvika-bhavas, los síntomas más elevados del éxtasis, se manifestaron en Su bello cuerpo de matiz dorado. Gadadhara Pandita permanecía cerca de Sri Caitanya y recitaba versos del Srimad Bhagavatam. La misma buenaventura y las bendiciones que los ríos Yamuna y Ganges recibieron en Dvapara Yuga, el azulado mar de Puri las recibía en esos momentos, porque el Gran Maestro Sri Caitanya cantaba y danzaba a lo largo de sus afortunadas playas y se bañaba en sus aguas.