AnL 07. LA PARTIDA DE HARIDAS

La divina partida de Hari-dasa, quien estaba sumamente consagrado al Gran Maestro Sri Caitanya, tuvo lugar poco después. Él había jurado cantar diariamente trescientos mil nombres de Krsna, o de lo contrario, no comería. Él cumplió este voto fielmente durante toda su vida. Los devotos le consideraban la encarnación del canto de los santos nombres de Krsna. En Puri, Hari-dasa vivía en una pequeña cabaña cerca del árbol Siddha-bakula. Rara vez abandonaba su cabaña para ir a otro sitio. Todos los días salía al patio para contemplar desde allí el Cakra, el disco que adorna la cúspide del Templo del Señor Jagannatha, y luego continuaba cantando los santos nombres de Krsna. Hari-dasa era humilde entre los humildes, y nadie jamás pudo igualar su modestia y su gentileza. Sri Caitanya solía bañarse diariamente en el océano, y en el camino siempre se detenía para visitarle, haciendo a Hari-dasa muy feliz. El Gran Maestro Sri Caitanya también solía visitar la pequeña cabaña de Hari-dasa para escuchar su suave, dulce, melodioso y continuo canto de los santos nombres de Krsna. Govinda-dasa solía llevar diariamente a Hari-dasa los remanentes del arroz de Sri Caitanya. Un día, para sorpresa suya, Govinda le encontró muy enfermo. Estaba tendido en el suelo, pero aun así continuaba cantando los santos nombres de Krsna. Ese día no había cantado sus trescientos mil santos nombres de Krsna. Por consiguiente, no quería tomar el Prasada, los remanentes del Señor, que le llevaban diariamente. Cuando Govinda llegó con su Maha-prasada, Hari-dasa le informó: “Hoy no tocaré alimento, porque todavía no he cantado mi número acostumbrado de nombres. No obstante, si no acepto este Maha-prasada, temo que incurriría en una falta de respeto”. Entonces, Hari-dasa se levantó y honró los alimentos que Govinda-dasa le había llevado, comiendo apenas una cucharada. Luego reinició su canto. Govinda informó al Gran Maestro acerca de la condición de Hari-dasa. Al día siguiente, temprano en la mañana, el magnánimo Maestro se dirigió a la cabaña de Hari-dasa e inquirió: “Hari-dasa, ¿estás bien?” Afligido, Hari-dasa contestó: “¡Oh Maestro! Físicamente estoy bien, pero no así mi mente”. Al escuchar esas palabras, el Gran Maestro Sri Caitanya respondió: “Bien, Hari-dasa, pero dime, ¿Qué te molesta realmente?” “No he podido cumplir el número de santos nombres que me comprometí a cantar”, dijo Hari-dasa. Sri Caitanya replicó: “Hari-dasa, no sólo tienes una edad avanzada, sino que además, cantar un número determinado de santos nombres es un requerimiento estricto únicamente para aquellos que recién han emprendido el sendero de las prácticas devocionales. Ya has alcanzado la etapa de la perfecciónen el canto, y por consiguiente es innecesario para ti cantar determinado número diario de nombres. El santo nombre ha impregnado todo tu sistema y fluye continuamente en tu interior. Ya no necesitas cantar verbalmente el santo nombre de Krsna. A partir de hoy, puedes reducir tu número acostumbrado de santos nombres. Descendiste a esta Tierra porque sólo a través de ti era posible propagar las glorias del santo nombre. Ahora que tu misión se ha cumplido con éxito, puedes reducir tu canto”.

TEMO QUE MUY PRONTO CONCLUIRÁS TUS AMOROSOS PASATIEMPOS TRASCENDENTALES SOBRE ESTE PLANETA

Al escuchar las palabras de su Maestro Sri Caitanya, Hari-dasa cambió el tema y dijo humildemente: “¡Oh Maestro! Temo que muy pronto concluirás Tus amorosos pasatiempos trascendentales sobre este planeta. De ser así, por favor, no me mantengas con vida para presenciar ese momento tan temible y doloroso. No puedo imaginar siquiera que llegará el momento cuando ya no estés con nosotros. ¡Oh mi Señor! Antes de que concluyas Tu actual pasatiempo, por favor permíteme abandonar esta Tierra”. Hari-dasa permaneció en silencio por algún tiempo y luego continuó: “Sin embargo, anido otro deseo, Mi Señor. Es mi más vivo e intenso anhelo que en el momento de abandonar este mundo pueda tener Tus pies de loto sobre mi pecho. Me iría después de estrechar fuertemente Tus pies de loto, con mis ojos fijos en Tu rostro de luna. En el momento de mi muerte, cantaré exclusivamente Tu dulce nombre ` ¡Krsna Caitanya!’, y ningún otro. ¡Oh mi Señor! Imploro que me permitas abandonar este mundo de esa manera. Éstos son los únicos deseos que quisiera ver cumplidos”.

LA FERVIENTE ORACIÓN DE HARI-DASA

La ferviente oración de Hari-dasa colocó al Gran Maestro Sri Caitanya en un gran dilema. Si el Gran Maestro contestaba con un “sí”, otros podrían considerar que era cruel, porque parecería que estaba de acuerdo con la partida de Hari-dasa, y no haría nada para evitarlo, o para disuadirle de esa idea. Para agravar la situación, si el Gran Maestro accedía a los deseos de Hari-dasa, sería confirmarle a los devotos que muy pronto Él mismo ya no estaría entre ellos. Por otra parte, si Su respuesta era “no”, se estaría negando a complacer la plegaria de Su amado Hari-dasa.

“HARI-DASA, TÚ ERES UN GRAN DEVOTO DEL SEÑOR KRSNA”

El Gran Maestro Sri Caitanya se dirigió a Su devoto con palabras cuidadosamente seleccionadas: “Hari-dasa, tú eres un gran devoto del Señor Krsna. Él ciertamente te concederá todo lo que tú le pidas. Pero Hari-dasa, ¿por qué deseas irte de este mundo dejándome atrás? ¿Acaso no sabes, acaso no has comprendido que Mi felicidad gira en torno a todos ustedes? La presencia de todos los devotos Me hace muy feliz”. Humildemente Hari-dasa contestó, “¡Maestro mío! Además de mi humilde persona, hay miles y miles de devotos apoyando y decorando Tus bellos pasatiempos trascendentales. En comparación con ellos, yo sólo soy como una insignificante hormiga. Así como la muerte de una hormiga no constituye pérdida alguna para el buen funcionamiento de este mundo, ni causa agitación en la mente de nadie; así también mi partida no afectará a nadie”. Cuando el Gran Maestro Sri Caitanya escuchó las desoladoras palabras de Su devoto, guardó silencio. No volvió a pronunciar palabra. Luego, se alejó de allí.

“TUS DESEOS SON MIS ÚNICAS NOTICIAS”

Temprano, a la mañana siguiente, Sri Caitanya llegó a la cabaña de Hari-dasa acompañado de numerosos devotos. El Gran Maestro preguntó: “¿Qué hay de nuevo, Hari-dasa?” Sri Caitanya quería saber si Hari-dasa había cambiado de parecer. “¡Mi Señor! No hay nada nuevo que contarte, Tus deseos son mis únicas noticias”, respondió Hari-dasa. Después de escuchar estas palabras, el Maestro inició el canto de los santos nombres de Krsna en congregación, en el patio de Hari-dasa. Vrakresvara Pandita danzó de manera encantadora, mientras Svarupa Damodara, Vasudeva Sarvabhauma y Ramananda-raya, los mejores entre los devotos, comenzaron a cantar. Mientras entonaban los santos nombres de Krsna, el grupo de Kirtana caminó alrededor de Hari-dasa con reverencia. Hari-dasa, el rey de los devotos, era muy inteligente. De manera inesperada, sujetó la mano del Señor e hizo que se sentara directamente frente a él. El rostro del Gran Maestro semejaba una flor de loto plenamente abierta, con cientos de pétalos. Los ojos de Hari-dasa parecían dos abejas sedientas que trataban de libar todo el néctar del loto floreciente. Hari-dasa mantuvo sus ojos abiertos, contemplando intensamente el rostro de loto del Gran Maestro Sri Caitanya. Cuando mitigó la sed de sus ojos, Hari-dasa paulatinamente acercó lo dorados pies de loto de su Maestro y los colocó sobre su pecho. Una vez satisfechos sus sedientos ojos y su mente, el rey de los devotos repentinamente exclamó, por primera vez y a viva voz: “¡Sri Krsna Caitanya!”, y partió de este mundo.

HARI-DASA ABANDONÓ SU CUERPO A VOLUNTAD

Hari-dasa abandonó su cuerpo a voluntad, como lo hacen las grandes almas perfeccionadas. El don de Hari-dasa de morir cuando así lo decidiera, hizo que todos los presentes recordaran el escenario de Kuruksetra, donde el más grande de los guerreros, el abuelo Bhisma, el glorioso patriarca de los Kauravas y de los Pandavas, realizó su partida mientras yacía en su lecho de flechas, contemplando el bello rostro de loto de Krsna, quien se encontraba frente a él. Sri Caitanya, la forma concentrada del amor y el afecto por Sus devotos, levantó el cuerpo de Hari-dasa con Sus propias manos y abrazándolo danzó con divina solemnidad alrededor del patio, al ritmo de los melodiosos Kirtanas entonados por los devotos reunidos. Cuando Svarupa Damodara vio que el Maestro se extenuaba, se detuvo frente a Él con las manos juntas y le imploró que no danzara llevando en Sus brazos el cuerpo de Hari-dasa. Complaciendo el ferviente ruego de Svarupa Damodara, el Gran Maestro detuvo Su danza. Los otros devotos se acercaron, tomaron el cuerpo de Hari-dasa de las manos del Maestro, y prosiguieron en procesión, llevando el cuerpo hacia las playas de Puri. El divino canto de los santos nombres resonó por doquier. El Gran Maestro reinició Su danza y llegó a la playa junto con la procesión. Sri Caitanya sumergió entonces el cuerpo de Hari-dasa, y le bañó delicada y afectuosamente con agua de mar. Luego, declaró ante todos los presentes: “Hoy, el mar de Puri se ha convertido en un Maha-tirtha, el más grandioso lugar de peregrinaje. Debido a que todos los ríos sagrados finalmente desembocan en los mares, éstos son considerados como lugares de peregrinajes. Ésta es una verdad desde tiempo inmemorial. Pero hoy, este mar se ha convertido en un Maha-tirtha, porque sus aguas han tocado el cuerpo sagrado del rey de los devotos, Sri Hari-dasa”.

CON GRAN REVERENCIA

Durante su permanencia en Puri, Hari-dasa jamás se bañó en el mar. Pensaba que el contacto de sus pies contaminaría esas aguas sagradas. Después que el Gran Maestro lo bañó, el cuerpo mojado de Hari-dasa comenzó a escurrir agua de mar. Con gran reverencia, los devotos recogieron en sus manos las gotas que caían de los pies de Hari-dasa e implorando su misericordia, la bebieron. Hari-dasa había nacido en una familia de fe islámica, pero aun los más firmes Brahmanas védicos, como Vasudeva Sarvabhauma, no tuvieron el más leve reparo en beber el agua que goteaba de los pies del cuerpo sin vida de Hari-dasa. Con Sus propias manos, el Gran Maestro Sri Caitanya envolvió el cuerpo en una tela que habían traído del Templo y que fue usada por el Señor Jagannatha, y luego lo ungió con pasta de sándalo. Para el entierro, se escogió un lugar cerca del área actualmente conocida como Svargadvara, en las playas de Puri. El Gran Maestro excavó en la arena con Sus propias manos y suavemente colocó allí el cuerpo de Hari-dasa, cubriéndolo luego con arena seca que Él mismo recogió en la playa. Durante toda la ceremonia, Sri Caitanya cantó dulcemente: “¡Hari bol, Hari bol!” Todos los devotos caminaron alrededor del cuerpo de Hari-dasa cantando a toda voz el santo nombre de Krsna, cuyas vibraciones llenaron toda la Tierra y resonaron en los cielos. Una vez más quedó demostrado que el plenamente misericordioso Señor, invariablemente complace los deseos y las oraciones de Sus devotos. Todos allí fueron testigos de cómo el Señor Supremo hace lo que sea por Su devoto. Fue así como uno de los asociados más cercanos del Señor, Hari-dasa, el rey de los devotos, abandonó este mundo o mortal, exactamente como lo había deseado.

EL KIRTANA CONTINUÓ

El Kirtana, el canto de los santos nombres de Krsna en alta voz, continuó. Las playas se llenaron de personas que fueron a obtener un vislumbre del gran devoto Hari-dasa. De súbito, los devotos se percataron de que Sri Caitanya ya no estaba allí. Sin que nadie lo notase, el Gran Maestro corrió hasta la puerta principal del Templo del Señor Jagannatha. Luego, fue hasta el Ananda Bazar, donde se vendía comida, y extendiendo una parte de Su manto imploró a los vendedores para que donaran alimentos: “Me propongo celebrar un gran festival en honor a Mi Hari-dasa, por lo tanto, les suplico que me donen remanentes, Maha-prasada del Señor Jagannatha”. Nunca antes se había visto semejante humildad, ni un afecto tan profundo hacia un devoto.

IMPLORANDO ALIMENTOS PARA EL FESTIVAL DE HARI-DASA

Al notar que el Gran Maestro no estaba entre ellos, los devotos comenzaron a especular y a buscarle, hasta que finalmente llegaron al Templo del Señor Jagannatha. Cuando vieron al Gran Maestro implorando alimentos para el festival de Hari-dasa, los devotos le rogaron, con las manos juntas, que regresara a Su habitación en el Gaura Gambhira. Ellos le aseguraron que pedirían y comprarían todos los comestibles necesarios para celebrar un gran festival para el rey de los devotos, Hari-dasa Thakura.

DURANTE EL FESTIVAL

Al enterarse del grandioso festival, Kasi Misra, el sacerdote de la corte del Rey Prataparudra, envió remanentes del Señor Jagannatha en abundancia, sin que se lo hubiesen pedido. Durante el festival, Sri Caitanya distribuyó el Prasada con Sus propias manos a todos los devotos que allí se habían congregado. Sin embargo, nadie quiso empezar a comer hasta que el Gran Maestro honrara los remanentes. Svarupa Damodara le pidió a Sri Caitanya que tomara asiento y comenzara a comer, y Él así lo hizo. El día que Hari-dasa partió, Kasi Misra había ido temprano donde Sri Caitanya para invitarle a comer en su casa. En vez de ello, esa noche Kasi Misra fue al Gambhira, donde vivía el Maestro, y llevó Prasada para Él y Sus devotos. Todos comieron hasta satisfacerse plenamente. Después que terminaron de comer, Sri Caitanya ungió a cada uno de ellos con pasta de sándalo y les ofreció una guirnalda.

EL GRAN MAESTRO PROCLAMÓ

Él proclamó: “Quienes presenciaron hoy la magna partida de Hari-dasa, aquellos que con sus propias manos rociaron con agua la arena del Samadhi, la sepultura de Hari-dasa, y todos aquellos que tomaron el Prasada repartido en este gran festival en honor de Hari-dasa, muy pronto alcanzarán los pies de loto de Krsna. Ésta es Mi bendición para todos”. Después de proferir estas palabras con voz profundamente ahogada por la emoción y la humildad, el Gran Maestro continuó: “Krsna es tan misericordioso, que por Su gracia Me concedió la extraordinaria oportunidad de relacionarme con un gran devoto como Hari-dasa. Hoy, esa asociación ha concluido. Todo esto acontece por la dulce voluntad del Señor Krsna. Hari-dasa inesperadamente decidió dejarme y así lo hizo. Yo no pude evitarlo. En este mundo, Hari-dasa fue la joya más maravillosa entre los devotos. Su partida ha privado al mundo de su gema más preciada”. Cuando los devotos escucharon, directamente de la boca del Gran Maestro Sri Caitanya, estos dulces elogios a Hari-dasa, exclamaron con gran júbilo: “¡Jaya Hari-dasa! ¡Jaya Hari-dasa! ¡Jaya Hari-dasa! ¡Todas las glorias a Sri Hari-dasa! ¡Todas las glorias a Sri Hari-dasa!” Después de alabar a Hari-dasa de esa manera, todos se marcharon a sus respectivos hogares.