AnL. 09. GOVINDA Y JAGADANANDA

EL GRAN MAESTRO AMABA MUCHO A JAGADANANDA

Cierta vez, después de recibir el permiso del Gran Maestro, Jagadananda partió hacia Navadvipa. Sri Caitanya le entregó remanentes de las ropas del Señor Jagannatha para enviárselas de regalo a Su madre Saci-devi. El Gran Maestro amaba mucho a Jagadananda. Con excepción de él, ningún otro devoto osaba mostrar el más mínimo enojo ante el Maestro, ya fuese en palabra o en acción. Por consiguiente, los devotos afirmaban que Jagadananda era la encarnación de la Reina Satyabhama. Al llegar a Navadvipa, Jagadananda entregó a Saci-devi los regalos que el Gran Maestro le había enviado, y le dijo: “¡Oh Madre! Sri Caitanya a menudo deja de aceptar Sus alimentos, diciendo que ha comido demasiado en Navadvipa. Afirma que ha honrado todas las ofrendas que Su madre ha cocinado, por lo que ya no puede comer más”. “Hijo mío”, contestó Saci-devi con alegría y felicidad en el corazón, “yo también tengo la sensación de que Nimai siempre viene y se deleita con los alimentos que yo cocino. A veces me parece que son sueños o producto de mi imaginación. Sin embargo, después de escucharte, creo firmemente que mi sentimiento es real y no una simple fantasía”.

UN MONJE NO DEBE USAR ACEITE ALGUNO

Mientras estaba en Navadvipa, Jagadananda quiso obtener aceite perfumado para masajear el cuerpo del Gran Maestro, e hizo que Sivananda Sena le preparara un frasco lleno de aceite de sándalo, el cual llevó consigo a Puri. Una vez allí, le pidió a Govinda que masajeara con ese aceite el cuerpo del Gran Maestro. Cuando Govinda llevó el aceite, con el pretexto de que éste curaba varias dolencias, Sri Caitanya protestó: “Un monje no debe usar aceite alguno, y para colmo éste es perfumado. Por lo tanto es totalmente censurable. Por favor lleva ese aceite al Templo de Jagannatha. Allí podrán usarlo en el servicio al Señor, para encender lámparas en el Templo. De ese modo, el esfuerzo y las dificultades de Jagadananda serán recompensados”. Cuando Govinda le relató lo sucedido, Jagadananda guardó silencio. Diez días después, Govinda nuevamente le dijo a Sri Caitanya: “¡Oh Maestro! Jagadananda quería que Tú usaras ese aceite”.

JAGADANANDA REPLICÓ:

Esta vez, Sri Caitanya se enojó sobremanera y exclamó: “¡Pues bien! ¿Por qué no contratas también a un masajista para que Me dé masajes con ese aceite? Esto no solamente me traerá desgracia y me desacreditará como monje, sino que también todos se reirán de ustedes. ¿Acaso no me acusará la gente de ser un monje inmoral, si se enteran de que he ungido Mi cuerpo con aceite perfumado?” Al día siguiente, cuando Jagadananda fue a visitarle, el Gran Maestro Sri Caitanya le dijo: “Como soy un monje, no puedo usar ese aceite perfumado que tú me trajiste de Navadvipa. Sin embargo, podría ser utilizado en el servicio al Señor Jagannatha, para encender Sus lámparas”. Incapaz de contener su enojo por más tiempo, Jagadananda replicó: “¿Quién te ha dicho que yo traje aceite de Navadvipa?” Entonces, entró rápidamente en la habitación del Maestro, sacó el frasco de aceite y lo arrojó en el patio. Ése fue el fin del aceite perfumado, ya que el envase de barro que lo contenía se hizo añicos. Jagadananda fue directamente a su casa, sin hablar una palabra se acostó en su cama y permaneció allí dos días ayunando.

¡OH JAGADANANDA! ¡LEVÁNTATE HOY! ¡VENDRÉ A COMER CONTIGO!

Al tercer día, Sri Caitanya pasó por su casa temprano en la mañana, cuando iba camino al Templo, y gritó: “¡Oh Jagadananda! ¡Levántate hoy! ¡Vendré a comer contigo! Ahora voy al Templo, pero estaré de regreso al mediodía”. Cuando escuchó al Maestro, Jagadananda se levantó y preparó muchos platos exquisitos para Él. Cumpliendo Su promesa, el Maestro llegó al mediodía. Jagadananda lavó Sus pies y le sirvió Su almuerzo. Sri Caitanya le pidió a Jagadananda que comiera con Él, pero Jagadananda se rehusó: “¡Oh mi Maestro! Tú debes comer primero”. Mientras comía, Sri Caitanya elogió cada uno de los deliciosos manjares preparados por Jagadananda. Finalmente comentó: “¡Cuán maravilloso es el sabor de estos platos cuando son cocinados con ira! Debe ser una dádiva especial de Krsna. Él quería comer, y por eso hizo que cocinaras de manera tan excelente”. “La persona que está comiendo fue quien ordenó esta comida”, dijo Jagadananda, y mientras tanto le servía más y más. Por temor a que Jagadananda se enojara de nuevo y se castigara haciendo otro ayuno prolongado, Sri Caitanya continuaba comiendo. Por último, ya no pudo ingerir más y expresó con mansedumbre: “¡Jagadananda, me has dado por lo menos diez veces más de lo que suelo comer! Por favor, ya no me sirvas más y permite que me retire”. Entonces el almuerzo concluyó, pero después de enjuagar Su boca, el Gran Maestro continuó sentado allí, insistiendo para que Jagadananda comiese. Jagadananda le pidió al Gran Maestro que fuese a descansar, y le aseguró que comería más tarde. Cuando Sri Caitanya partió, dejó a Govinda con Jagadananda para que luego le informara si éste había comido o no. Como Govinda acostumbraba a masajear a Sri Caitanya a esa hora, Jagadananda le convenció para que regresara y sirviera al Maestro. Después que Govinda concluyó su masaje, Sri Caitanya le envió nuevamente donde Jagadananda para asegurarse de que había desistido de su ayuno. Cuando Govinda regresó con la feliz noticia de que Jagadananda había comido, el Gran Maestro se retiró para Su acostumbrado descanso al mediodía.

GRADUALMENTE, LA SALUD DE SRI CAITANYA COMENZÓ A DETERIORARSE

Gradualmente, la salud de Sri Caitanya comenzó a deteriorarse debido a la falta de sueño y a la alimentación deficiente. En esta etapa de Su vida, lo habitual para Él era pasar toda la noche en arrobamiento devocional, cantando incesantemente los santos nombres del Señor. Solía dormir en un pequeño espacio, sobre un lecho de hojas de plátano. A medida que perdía peso y se tornaba más enjuto y descarnado, se volvió muy doloroso dormir sobre ese lecho. Por consiguiente, Jagadananda preparó un colchón y una almohada de algodón y los tiñó de color ocre. Cuando el Maestro vio la innovación de Jagadananda, preguntó: “¿Quién preparó esta cama?” El sirviente contestó: “Jagadananda la preparó para Ti”. Al escucharlo, el Maestro le pidió a Govinda que sacara esa cama de Su reducido espacio. Svarupa Damodara protestó suavemente: “Jagadananda se sentirá herido si rechazas esta cama”. El Maestro replicó con sarcasmo: “Entonces, trae también la armadura de la cama”, y continuó, “Jagadananda desea que Yo disfrute de los placeres de este mundo, pero Yo soy un monje, y la tierra desnuda es Mi cama. El uso de colchones y almohadas es totalmente inapropiado para Mí”. Por último, Svarupa Damodara picó finamente las hojas de plátano y las cubrió con dos piezas de las vestimentas externas del Maestro. Con mucha dificultad, lograron convencerle para que descansara sobre ese colchón de hojas de plátano. Poco después, con el permiso del Maestro, Jagadananda se marchó para visitar Mathura y Vrndavana.

CUANDO SRI CAITANYA IBA A VISITAR A JAGANNATHA

Cuando Sri Caitanya iba a visitar a Jagannatha, Govinda siempre le acompañaba. Cerca del lado norte de la puerta principal del Templo, hay una profunda hendidura en el suelo. El Maestro se lavaba los pies allí, y luego subía los escalones para ver al Señor Jagannatha. Había impartido estrictas instrucciones a Govinda para que nadie recogiera el agua con la que se había lavado Sus pies. Sólo unos pocos entre los devotos más cercanos del Maestro, podían recoger esa agua. Un día, mientras lavaba Sus pies, un caballero entrado en años se acercó a Él e imploró esa agua. Para asombro de todos, el Maestro se la concedió.

TODOS QUEDARON DESCONCERTADOS

Todos quedaron desconcertados. El anciano tomó tres sorbos del agua, pero el Gran Maestro le impidió que tomase más. Aquello que estaba prohibido a otros, este caballero sumamente afortunado lo recibió directamente del Gran Maestro. Kali-dasa era el tío de Raghunatha-dasa. ¿Qué buenas obras había ejecutado para recibir esa rara fortuna? ¿Acaso se debía a su peculiar naturaleza? Kali-dasa se había hecho el firme propósito de obtener los nectarinos remanentes de todos los devotos, sin importar que fuesen Brahmanas o Sudras, pobres o ricos. No hacía distinciones, siempre que se tratara de un devoto. Así, el honraba los remanentes de los alimentos de toda clase de devotos. Logró obtener los remanentes de todos los devotos residentes en Puri, excepto los de Jharu Thakura. Jharu Thakura era un gran devoto, pero barrendero de profesión. De ningún modo permitía que los remanentes de sus alimentos fuesen entregados a Kali-dasa. Por otra parte, Kali-dasa había hecho un voto de que tomaría los remanentes de Jharu Thakura. Kali-dasa recogía el polvo de los caminos por donde Jharu Thakura caminaba, y untaba su cuerpo con ese polvo.

FUE INUNDADO DE AMOR POR DIOS

Un día, Kali-dasa envió una cesta llena de mangos muy dulces a Jharu Thakura y a su esposa. Después que ellos se comieron los mangos, enterraron las semillas en el suelo. Kali-dasa, quien se encontraba escondido en las cercanías, presenció toda la escena. Cuando Jharu Thakura y su esposa salieron de la casa, Kali-dasa las desenterró, y con gran deleite chupó las semillas de los mangos que Jharu Thakura y su esposa habían saboreado. Mientras Kali-dasa lamía las semillas, fue inundado de amor por Dios. El Gran Maestroestaba enterado de todo, conocía la elevada naturaleza de la devoción de Kali-dasa por los devotos, y con cuánta reverencia él honraba sus remanentes. La profunda devoción de Kali-dasa por los devotos, le llevó a recibir directamente del Maestro el agua que había lavado Sus sagrados pies. Después de ver al Señor Jagannatha, el Gran Maestro regresó a Su habitación, el Gambhira, y tomó Sus alimentos. Inmediatamente después, envió a Govinda para que le llevase Sus remanentes a Kali-dasa, quien los tomó con reverencia y gozo extático. De esta forma el Maestro les mostró a todos la gran fortuna que uno recibe cuando honra apropiadamente los remanentes de los devotos superiores.