AnL.11. CAMBIOS DE HUMOR

ALGUIEN CANTABA MELODIOSAMENTE EL GITA GOVINDA

Un día, de súbito, el Gran Maestro Sri Caitanya escuchó que alguien cantaba melodiosamente el Gita Govinda en un tono muy particular denominado Gurjuri Raga. Al escuchar esta canción en la lejanía, el Maestro, fue arrebatado por el éxtasis y corrió a encontrarse con la persona que lo cantaba. La canción del Gita Govinda enloqueció al Maestro, a tal grado, que corrió sin detenerse y sin percatarse de las piedras y las espinas que herían Sus pies. Govinda-dasa, el constante compañero del Maestro, corrió tras Él tan raudo como le fue posible, y le detuvo: “¡Quien canta es una Deva-dasi!” Cuando Sri Caitanya escuchó que era una mujer quien cantaba el Gita Govinda, volvió en Sí y exclamó agradecido: “¡Oh Govinda, me has salvado la vida! ¡Soy un monje! ¡Si hubiese tocado a una mujer, hubiese sido la muerte para Mí!”.

EL GRAN MAESTRO SRI CAITANYA REGRESÓ TRISTE Y MELANCÓLICO

El Gran Maestro Sri Caitanya regresó a Su hogar triste y melancólico, y al igual que la desolada Radha, se sentó en un lugar solitario y comenzó a trazar líneas en el suelo con Sus uñas. Raudales de lágrimas manaban de Sus ojos, nublando Su visión durante algún tiempo. “¡Qué tristeza!”, exclamó. “¡Por fin, después de largo tiempo, pude reunirme con Krsna! ¡Pero una vez más le he perdido! ¿Quién se ha llevado a Mi Krsna? ¿Dónde estoy?” Mientras Sri Caitanya permanecía en éxtasis, rebosaba de gozo, pero cuando recuperaba la normalidad, sentía como si hubiese perdido Su más grande tesoro, y embargado por la tristeza, prorrumpía en llanto. Sólo mecánicamente, por la fuerza del hábito, llevaba a cabo Sus actividades como bañarse, comer, y otras rutinas.

DIEZ SÍNTOMAS DE SUFRIMIENTO AMOROSO SE POSESIONABAN DEL GRAN MAESTRO SRI CAITANYA

Diez síntomas de sufrimiento amoroso se posesionaban de Él noche y día sin darle descanso. Los diez indicios de amorosa absorción en pensamientos acerca de Su amado, cuando la amante se encuentra separada de Él, son: Ella suspira profundamente, inclina la cabeza, traza líneas en el suelo, palidece, pierde el sueño, se lamenta, la temperatura de su cuerpo se incrementa, Ella se demacra, derrama torrentes de lágrimas y se vuelve sumamente humilde.

ÉL REVELABA SU AGOBIADO CORAZÓN

Por las noches, Él revelaba Su agobiado corazón a Svarupa Damodara y a Ramananda-raya, como lo hacía Sri Radha con Sus amigas. Para apaciguarle, Ramananda-raya recitaba diferentes versos, y Svarupa Damodara cantaba diversas canciones, describiendo los pasatiempos de Krsna. A medianoche, cuando recuperaba un poco la conciencia, le hacían acostar para que descansara. Ramananda-raya se iba a su casa, mientras Svarupa Damodara y Govinda se acostaban en el escalón de la puerta del Gran Maestro.

EXTRAÑÁNDOSE DE SU SILENCIO

Sri Caitanya invariablemente cantaba el santo nombre de Krsna a viva voz durante toda la noche. En una oportunidad, extrañándose de Su silencio, Svarupa Damodara abrió la puerta de la habitación. Para su gran sorpresa, la encontró vacía. Desesperados, comenzaron a buscarle por todas partes con antorchas en las manos. Finalmente le encontraron en el lado norte de la puerta principal del Templo de Jagannatha. Cuando se acercaron al Señor, se horrorizaron al ver Su cuerpo inconsciente sobre el piso. Parecía que no respiraba. Su cuerpo se había alargado de cuatro y medio a cinco metros. Cada uno de Sus brazos y piernas se había alargado hasta alcanzar dos metros y medio de sólo huesos y piel. Sus pies, Su cuello y Su cintura, colgaban, sujetos solamente por quince centímetros de fina piel. No sólo estaba inconsciente, también Su respiración se había detenido. De Su boca salía espuma, y Sus ojos de loto miraban fijamente como si estuviera muerto. Al ver al Señor en esta condición tan horrenda, todos los devotos comenzaron a gritar traspasados de dolor. Jamás habían visto a un ser humano en semejante estado. Estaban perplejos, estupefactos, aterrorizados.

SVARUPA DAMODARA COMENZÓ A CANTAR EL SANTO NOMBRE EN LOS OÍDOS DEL SEÑOR, TAN ALTO COMO PODÍA

Svarupa Damodara comenzó a cantar el santo nombre en los oídos del Señor, tan alto como podía. Después de algún tiempo, cuando el sonido de los santos nombres penetró en el centro de la conciencia del Señor, fue recuperando Sus facultades y gritó: “¡Hari bol, Hari bol!” Cuando recuperó el conocimiento por completo, también Su cuerpo regresó a la normalidad. El Gran Maestro se sorprendió de verse allí y confesó: “No recuerdo nada, excepto que Krsna apareció y desapareció nuevamente a la velocidad de un rayo”. Para entonces, ya prácticamente había amanecido. Sri Caitanya se dio Su acostumbrado baño y fue a visitar el Templo del Señor Jagannatha.

EN OTRA OCASIÓN

En otra ocasión, cuando el Gran Maestro se dirigía al océano, alcanzó a ver la Colina Cataka, la cual se presentó ante Sus ojos como la Colina de Govardhana en Vraja. En ese momento recitó un verso del Srimad Bhagavatam y corrió a la velocidad del viento hacia la colina de arena, dejando a Govinda en completo estupor. Govinda comenzó a gritar y sus gritos atrajeron a un cierto número de devotos. Después de recorrer cierta distancia, el cuerpo de Sri Caitanya repentinamente se paralizó. Incapaz de moverse, cayó al suelo, dominado por sentimientos nunca antes vistos ni oídos. Cada poro de Su piel brotaba en grandes granos, en los cuales los erizados vellos de Su cuerpo semejaban flores Kadamba. La sangre empezó a fluir de los poros de Su cuerpo y sonidos gorgoteantes surgían de Su garganta. No podía pronunciar una sola sílaba. Las lágrimas arrasaban Sus ojos de loto y Su matiz corporal se tornó blanquecino como el de una caracola. Un estremecimiento sacudió Su cuerpo como una tempestad en el seno del océano. Govinda corrió hacia el Señor y le suministró los cuidados necesarios. Svarupa Damodara y otros iniciaron un Maha-sankirtana, cantando los santos nombres tan alto como podían. Otros devotos vertían agua fría sobre el cuerpo del Señor. Después de algún tiempo, el Gran Maestro Sri Caitanya se levantó cantando: “¡Hari bol, Hari bol!” Todos los devotos celebraron Su retorno a la conciencia con felices exclamaciones de los santos nombres de Krsna”. Sin embargo, el Gran Maestro estaba conmocionado. Le preguntó a Svarupa Damodara: “Yo estaba en Govardhana, ¿quién me ha traído hasta aquí? Me encontraba presenciando un asombroso pasatiempo de Krsna en Govardhana. Él estaba sentado en la Colina, tocando Su flauta, mientras las vacas apacentaban por los alrededores. Entonces, llegó la bella Radha. Su exquisita hermosura está más allá de toda descripción. Luego, Radha y Krsna entraron en una cueva y Sus amigas me pidieron que fuese a recoger flores para Su divino placer. Justo en ese momento tú emitiste esos ruidos atronadores y me trajiste hasta aquí. ¿Por qué lo hiciste? ¿Acaso fue para hacerme sentir miserable? Por fin encontré a Krsna y pude presenciar y participar en Sus amorosos pasatiempos divinos. Sin embargo, para mi gran desdicha, no pude saborearlos por mucho tiempo”. El Gran Maestro continuó: “Perdí ese gozo que me fuera otorgado, y ahora experimento un profundo dolor”. Así comenzó a lamentarse y a llorar. Al verle así, también Sus compañeros prorrumpieron en llanto. Ocurrieron otros incidentes de esta naturaleza, en los cuales el Gran Maestro era transportado y sumergido en profundos éxtasis de emociones trascendentales, saboreando los sentimientos de Sri Radha o de las Gopis. Sus inseparables compañeros en esa etapa eran Svarupa Damodara y Ramananda-raya, quienes constantemente le recitaban y cantaban versos del Srimad Bhagavatam y el Gita Govinda. Durante ese período, solía experimentar los ocho Sattvika-bhavas y los treinta y tres Vyabhicari o Sañcari-bhavas.

EL MAESTRO PERMANECÍA TOTALMENTE ABSORTO EN EXCELSOS ÉXTASIS TRASCENDENTALES

Mientras tanto, Paramananda Puri y Brahmananda Bharati llegaron para ver al Señor. Su venerable presencia ejerció su efecto y el Gran Maestro Sri Caitanya retornó a Su condición normal para ofrecerle Sus respetos. En aquel tiempo, el Maestro permanecía totalmente absorto en excelsos éxtasis trascendentales. A veces se encontraba en un estado semiconsciente, y a veces plenamente consciente, como el torno del alfarero, que continúa girando aun después que éste ha dejado de moverlo. De esa forma, Sri Caitanya se bañaba, comía y visitaba el templo por un impulso involuntario.

EL NIÑO COMENZÓ A RECITAR PERFECTAMENTE UN VERSO EN SÁNSCRITO CON TODOS SUS DETALLES.

En ese período, Kavikarnapura, quien por ese entonces tenía siete años, vino con su padre para ver al Señor. En ese momento, Sri Caitanya aparentemente estaba en una condición normal. El Gran Maestro le pidió al niño que cantara el nombre de Krsna, pero él permaneció en silencio. Sorprendido por este comportamiento, el Gran Maestro expresó: “He logrado inducir a todos a cantar el nombre de Krsna, pero con este niño he fallado”. Svarupa Damodara se rio de esta declaración y dijo: “Tú ya le diste al niño el Krsna Mantra, por consiguiente, me parece que aunque no está cantando externamente, lo está haciendo internamente”. Al día siguiente, el Gran Maestro Sri Caitanya le dijo afectuosamente al niño: “Puri-dasa, dime algo”. El niño comenzó a recitar perfectamente un verso en sánscrito con todos sus detalles. Al escuchar el verso, Sri Caitanya se sintió sumamente complacido y todos los presentes se maravillaron. Entonces, El Gran Maestro Sri Caitanya le confirió el título de “Kavikarnapura”, el ornamento de los oídos de los poetas.

GOVINDA CORRIÓ HACIA EL GAMBHIRA

Así transcurrieron los cuatro meses acostumbrados y los devotos regresaron a Bengala. Mientras estuvieron presentes, el Señor se mantuvo consciente, pero después de que partieron, Él se tornó más incontrolable que nunca. El más leve estímulo le sumergía en profundos trances devocionales que le hacían sentir exuberantemente feliz o le sumían en la más terrible depresión. Pasaba los días y las noches experimentando las volcánicas erupciones de los divinos sentimientos de Sri Radha o de las Gopis. Al igual que antes, Sus inseparables compañeros en este período fueron Svarupa Damodara y Ramananda-raya. En las noches, Svarupa Damodara entonaba canciones de Vidyapati, Candidasa y Jayadeva, mientras Ramananda-raya recitaba versos del Srimad Bhagavatam, y de otras fuentes. En ocasiones, el Gran Maestro Sri Caitanya leía delirante Sus propias composiciones.

GOVINDA SE ACOSTÓ, FRENTE A LA PUERTA, BLOQUEÁNDOLA

Una vez, después de acostar a Sri Caitanya, Svarupa Damodara y Ramananda-raya partieron. Govinda se acostó, frente a la puerta, bloqueándola. En la habitación, como de costumbre, el Maestro cantaba en alta voz. Repentinamente surgió un silencio absoluto. Govinda corrió hacia el Gambhira, pero aunque las tres puertas de la habitación estaban cerradas, el Gran Maestro no estaba allí. Mientras cantaba, de repente escuchó la melodía de la flauta de Krsna, y en Su arrobamiento salió de la casa a través de las puertas cerradas. Govinda corrió para llamar a Svarupa Damodara y a los otros devotos, y al igual que antes le encontraron inconsciente cerca de la puerta principal del Templo de Jagannatha. Esta vez, sin embargo, parecía una tortuga con sus extremidades encogidas dentro del tronco de Su cuerpo. De su boca salía espuma, estaba erizado, y sollozaba mientras yacía inconsciente. Las vacas de los alrededores se acercaron para olisquear afectuosamente Su cuerpo divino.

PASÓ LARGO TIEMPO, PERO EL GRAN MAESTRO NO VOLVÍA EN SÍ

Pasó largo tiempo, pero el Señor no volvía en Sí. Los devotos decidieron llevarle a Su habitación, pero incluso después de llegar allí, pasó mucho tiempo antes de que recuperara el conocimiento. Después de largas horas cantando el santo nombre en Su oído, paulatinamente fue recuperando la conciencia, y simultáneamente Sus extremidades regresaron a su condición normal. Después de volver en Sí, le preguntó a Svarupa Damodara: “¿Qué has hecho? ¿Dónde me has traído? De repente, escuché la dulce melodía de la flauta de Krsna llamándome, y seguí la música hasta llegar a Vrndavana. Allí vi a Krsna tocando Su flauta, y Sri Radha se apresuró a Su encuentro con celeridad. Ella entró en un bosquecillo con Krsna, y Yo les seguí. Me permitieron entrar en el bosquecillo con Ellos, donde pude saborear Sus trascendentales pasatiempos amorosos, Sus risas, Sus bromas, Sus seductoras insinuaciones, Su regocijo y felicidad”. El Señor continuó: “Cuando estaba en la cumbre de Mi felicidad, presenciando Su divina unión, en ese preciso instante ustedes me sacaron por la fuerza de ese bosquecillo en Vrndavana. ¿Por qué Svarupa? ¿Por qué soy tan desafortunado que ahora no puedo escuchar Sus dulces voces celestiales ni contemplar Sus bellas formas?” Para consolarle, los devotos recitaron versos del Srimad Bhagavatam.

LAMENTACIONES DE AMOR EN SEPARACIÓN

Cuando los devotos se ocupaban en sus deberes con suma diligencia, Sri Caitanya experimentaba con creciente exaltación el dolor de las Gopis, después de la partida de Krsna de Vrndavana hacia Mathura. Se lamentaba en agonía extrema al igual que Sri Radha cuando se encontró con Uddhava. Comenzó a pasar Sus noches, y a veces también Sus días, en este divino estado de éxtasis espiritual.

KRSNA DANZABA CON RADHA

Una noche soñó que Krsna danzaba con Radha, rodeado por las Gopis. Experimentó una insondable felicidad al sentir que al fin se había encontrado con Krsna, después de una larga separación. Sin embargo, tuvo un duro despertar. Govinda le llamó porque se estaba haciendo tarde. Govinda cumplió con su deber despertando a su Maestro, pero Sri Caitanya se lamentó por haber dejado Su espectacular sueño con Radha y Krsna. Esa mañana fue al Templo de Jagannatha como de costumbre, y se situó en el lugar habitual, al lado de la columna de Garuda, para tener la bella visión del Señor Jagannatha. Millares de personas acudieron ese día para ver al Señor. Muchos se aglomeraban cerca de la Garuda Stambha para obtener la más bella visión del Señor. Como todo el Templo estaba atestado de gente, se dificultaba sobremanera recibir aunque sólo fuese un vislumbre del Señor. En esos momentos, Sri Caitanya estaba al lado de la columna de Garuda, totalmente absorto en el espléndido y bello rostro del Señor.

AL ESCUCHAR LAS DULCES Y COMPASIVAS PALABRAS DEL GRAN MAESTRO

Mientras tanto, en su profundo anhelo por contemplar al Señor aunque fuese por un instante, una vieja mujer Oriya se subió a la columna de Garuda y descansó un pie sobre el hombro del Gran Maestro Sri Caitanya. Sin pensar en lo que hacía, pudo contemplar al Señor Jagannatha hasta saciar el anhelo de su corazón. Al ver el nefasto comportamiento de la vieja mujer, Govinda gritó: “¡Por favor, quítate del hombro de mi Maestro!”. “Govinda, no le grites. Déjala allí, y permítele que vea al Señor hasta satisfacerse plenamente”, intervino Sri Caitanya. Al escuchar las dulces y compasivas palabras del Gran Maestro, la vieja mujer se bajó de inmediato, sintiéndose muy avergonzada, y postrándose a Sus pies, imploró Su perdón. El Gran Maestro comentó amablemente: “El Señor Jagannatha no me ha bendecido con un amor tan apasionado por Él como el de esa devota. Su cuerpo, mente y alma estaban totalmente absortos en el Señor, a tal punto que no se dio cuenta de que estaba parada sobre Mi hombro. Verdaderamente es muy afortunada”. El Gran Maestro continuó: “Adoraré sus pies para que Yo también pueda tener ese intenso deseo de ver al Señor”.