AL. 02. LA NIÑEZ DE NIMAI

Desde tierna edad, Nimai mostró una determinación indoblegable: Él comenzó a desear cosas diversas e inusitadas que en verdad no son fáciles de obtener, como por ejemplo las estrellas en el firmamento, la luna brillante, y las aves que surcaban el azul del cielo. Al no obtenerlas, rodaba por el suelo llorando y lamentándose continuamente. Cuando Nimai rompía a llorar, únicamente el santo nombre del Señor Hari, Krsna, lograba detener Su llanto. Así, desde Su nacimiento, sólo dejaba de llorar tan pronto como Sus vecinos y los que le rodeaban cantaban el santo nombre de Hari. El sonido de Su llanto era tan dulce y encantador que todos querían primero escucharle llorar, para luego apaciguarle cantando el nombre de Hari. Estas maravillosas actividades eran fuente de inspiración y hacían felices a todos. El propósito de Su divino advenimiento a este mundo fue hacer que todos cantasen los santos nombres del Supremo Señor Krsna.

CON TRES AÑOS DE EDAD

Cuando apenas contaba con tres años de edad, Nimai recorría toda la vecindad sin restricción alguna. Una vez Sus padres le vieron sentado en el enorme lecho de una serpiente enroscada, la cual no era otra que Ananta-deva, quien sirve a Maha-Visnu mientras Éste yace en el Océano Causal. Naturalmente, Sus padres gritaron alarmados temiendo por el bienestar de su hijo y la serpiente huyó de allí con gran prisa. Sin embargo, para felicidad de Sus padres y de todos los habitantes de Navadvipa, la serpiente sagrada dejó a Nimai sano y salvo. Para sorpresa de todos, Nimai aprendió el alfabeto Bengalí en un sólo día, dominándolo al instante. Pronto comenzó a escribir y a cantar los diferentes nombres de Krsna. Por esa época, nadie podía controlar a ese niño tan bello e inquieto. Acostumbraba salir corriendo de Su casa y pedir lo que llevasen las personas que encontraba a Su paso, ya fuese granos, alimentos o golosinas. Incluso los extraños quedaban encantados con Su cautivante apariencia y le daban todo lo que deseara. A cualquier hora del día, este bello niño solía ir de casa en casa por el vecindario. En una tomaba leche, en otra comía arroz, y en las infortunadas casas donde no encontraba nada, voluntariosamente rompía todos los recipientes vacíos. Si le atrapaban, rogaba que por esa vez le dejasen ir impune, prometiendo siempre que jamás lo volvería a hacer. De esta forma, todos quedaban maravillados con la genialidad del niño y con Sus travesuras sin precedentes. Nadie se enojaba con Él. Todos le amaban
entrañablemente, aún más que a sus propios hijos. Saci-devi, Su buena madre, trataba de refrenarle, pero sólo conseguía enojarle todavía más y como resultado Él se dedicaba a romper todos los utensilios caseros. A veces la ira de Nimai era tan incontrolable, que un día golpeó a Su madre y ella se desmayó.

DOS LADRONES

En una oportunidad, mientras iba de casa en casa por el vecindario, dos ladrones se sintieron atraídos por las refulgentes joyas que adornaban a Nimai y decidieron secuestrarle. Ellos le atrajeron con dulces palabras y Él accedió a subirse sobre sus hombros. Enseguida los ladrones corrieron rápidamente hacia su casa, llevando consigo al pequeño Nimai. Pero entonces sucedió algo sumamente asombroso, perdieron el camino y después de andar en círculos durante algún tiempo llegaron de nuevo ante la casa de Nimäi. Se dieron cuenta de que esa no era su casa y se aturdieron tanto que no sabían dónde estaban. Atemorizados, bajaron al niño allí mismo. Nimai corrió de inmediato hacia Sus padres, quienes ansiosos le esperaban con los brazos abiertos. La inusitada y prolongada ausencia del niño les había causado gran perturbación. Aprovechando el feliz reencuentro, los ladrones huyeron para que no los atraparan. Cuando los vecinos escucharon acerca de este encantador pasatiempo de Nimai, se alborozaron profundamente y le colmaron de bendiciones.

EL TINTINEO DE SUS AJORCAS

Cierto día, el padre de Nimai pidió a su pequeño hijo que fuese a buscar un libro en el interior de la casa. Cuando entró en ella, Sus padres escucharon un tintineo de ajorcas en los pies de su niño, pero en ese momento Él no estaba adornado con campanillas. Cuando el niño salió a jugar, Jagannatha Misra y Saci-devi entraron en la habitación y se sorprendieron grandemente al ver las huellas de los pies de Visnu en el piso donde Nimai había estado, y se regocijaron sobremanera. Ellos pensaron que el tintineo que habían escuchado y las huellas que vieron eran de Bala Gopala, la Deidad de su hogar, quien las había dejado allí para bendecirles; pero en realidad eran las de su propio hijo Nimai.

CON APENAS CINCO O SEIS AÑOS

Cuando apenas tenía cinco o seis años, Nimai solía discutir temas filosóficos con Su madre. Un día le dieron a comer arroz frito y golosinas, pero en su lugar Nimai comenzó a comer barro. Naturalmente, Su madre Saci-devi, le arrebató el barro de la boca y lo interrogó como sigue: “¡Hijo mío! ¿Por qué estás comiendo barro?” Nimai contestó: “¿Por qué no habría de hacerlo, Madre? No veo diferencia alguna entre el barro y las golosinas, puesto que las golosinas sólo son una transformación del barro”. Saci-devi replicó sin demora: “¿Quién te enseñó esa filosofía tan árida?” Con cierta firmeza, ella agregó: “¿Acaso no puedes ver la diferencia? Aunque son una transformación del barro, el arroz cocido y las golosinas alimentan el cuerpo, mientras que el barro no. Un recipiente de barro seco puede contener agua, pero el barro húmedo se empapa y se diluye al entrar en contacto con el agua”. Nimai contestó entonces: “¿Cómo habría de saber la diferencia, Madre Mía, si tú no me lo habías explicado? ¡Ahora que me lo has aclarado, no volveré a comer barro! Madre, cuando sienta hambre, tomaré la leche de tus pechos”. Entonces Nimai se sentó sobre el regazo de Su amorosa madre y feliz permitió que le amamantara.

UN BRAHMANA VISITANTE

En una particular ocasión, un Brahmana visitante se hospedó en la casa de Jagannatha Misra. El Brahmana cocinó alimentos para Bala Gopala, la Deidad del hogar, y se sentó para ofrecerlos en meditación. De repente, el bello Nimai apareció, comió un poco y luego escapó por temor a la reacción de Su padre. El Brahmana se entristeció. Jagannatha Misra le pidió que cocinara por segunda vez y el Brahmana aceptó con renuencia. Mientras tanto, se mantuvo a Nimai bajo estricta supervisión, pero para gran sorpresa de todos, el incidente se repitió. Nimai se presentó de nuevo y se comió la ofrenda destinada a la Deidad. Ahora fue Visvarupa, el hermano mayor de Nimai quien persuadió al enojado y frustrado Brahmana para que cocinara por tercera vez. Se confinó al pequeño Nimai en la casa del vecino y las puertas fueron cerradas por fuera. El Brahmana cocinó otra vez y a la medianoche se sentó en meditación para ofrecer los alimentos cantando diferentes Mantras. De súbito, Nimai apareció una vez más y comenzó a comer. El Brahmana se sintió sumamente confundido y enojado. Sin embargo, Nimai le dijo sonriente: “¡Oh Brahmana! Tú siempre me llamas cantando Mi nombre en el Mantra, pero aun así, cuando llego y tomo mis alimentos originas una gran conmoción”. Por Su dulce magnanimidad, en ese momento Nimai le reveló al Brahmana Su forma de Bala Gopala con ocho brazos. También le expresó las razones de Su aparición en este mundo y le advirtió que no le dijera a nadie acerca de Su divinidad.
El Brahmana visitante se sintió extraordinariamente feliz y después de este incidente se convirtió en un residente permanente de Navadvipadhama. Él solía visitar a menudo la casa de Nimai para ofrecerle sus humildes reverencias.

ÉL QUERÍA COMER LAS OFRENDAS

Una vez, en el décimo primer día del ciclo lunar conocido como Ekadasi, Nimai comenzó a llorar frenéticamente. Él quería comer las ofrendas que dos devotos llamados Hiranya y Jagadisa habían preparado en su residencia, para la Deidad de Visnu. Ellos vivían aproximadamente a dos millas de la casa de Nimai. Sin encontrar otra forma de apaciguarle, el padre de Nimai le llevó allí. Al verle, los dos devotos comentaron: “En los días de Ekadasi, los devotos ayunan y preparan un festival para el Señor. ¿Pero cómo es posible que el pequeño Nimai supiera que cocinábamos un festín para el Señor y llegara hasta aquí para comerse las ofrendas?” Todos los presentes pudieron ver claramente la divinidad en el niño Nimai, y llegaron a la conclusión de que Él es el Señor que mora en el corazón de todas las entidades vivientes. De ese modo, se sintieron sumamente felices al ver al pequeño Nimai comiéndose todas las ofrendas, y con gran gozo le llevaban más y más.

NIMAI SE ASUSTÓ MUCHO

En otra ocasión, muy enojado, Nimai agitó Su pequeña mano frente a Su madre para castigarla. Cuando Saci-devi vio esta sorprendente acción de su amoroso hijo, fingió desmayarse de temor. Al verla, Nimai se asustó mucho y comenzó a llorar movido por el profundo afecto que profesaba a Su madre. Las damas de la vecindad vinieron a auxiliarle y dijeron: “¡Oh Nimai! Por favor trae un coco y con eso Tu madre se recuperará”. Nimai de inmediato buscó dos cocos, a pesar de que no era tiempo de cosecha. Todos se sentían felices al ver el inconcebible comportamiento de Nimai en estos pasatiempos.

NIMAI SIEMPRE SALÍA VICTORIOSO

Por ese entonces Nimai se volvió aún más travieso, dedicándose de lleno a toda clase de artimañas y picardías. Reunió un grupo de chicos revoltosos y juntos vagaban por toda la ciudad. Tenía el hábito de fastidiar a otros muchachos, especialmente a aquellos que no eran de Su grupo. Inevitablemente esto daba paso a disputas que terminaban en fieras peleas. Por supuesto, Nimai salía siempre victorioso. Su cuerpo quedaba totalmente cubierto de polvo y lodo al rodar por el suelo con Sus contrincantes. En esas ocasiones exhibía una ira
incontrolable. Nimai escogía incluso el momento oportuno para tales disputas y peleas. Por lo general era finalizando las mañanas, después de salir de la escuela, cuando podía concluir rápidamente Sus asuntos pendientes con los muchachos de los bandos contrarios. Luego solía ir a bañarse en el Ganges y rápidamente regresaba a Su hogar para almorzar antes de que surgiera cualquier sospecha acerca de Su mal comportamiento. Sin embargo, las idas de Nimai al Ganges pronto se convirtieron en el terror de las personas pacíficas que intentaban darse un baño sagrado y ofrecer oraciones al Señor. No sólo les lanzaba agua, sino que también los escupía con ella, obligándoles a bañarse una y otra vez. A veces encontraba algunas personas meditando tranquilamente y vertía agua sobre sus cabezas. Al interrumpirse bruscamente sus meditaciones, se ponían histéricos. Nimai entonces les decía calmadamente: “¿En quién están meditando? ¿Acaso no pueden percibir que Yo soy la manifestación de Narayana en esta era?” A veces, Nimai salía corriendo con el Sivalingam de barro de algún adorador, mientras éste llevaba a cabo sus ritos, y otras veces arrebataba las vestimentas que los monjes solían usar para mendigar su diario sustento.

EN EL SAGRADO RÍO GANGES

En otra oportunidad, algunos Brahmanas llevaron al Ganges artículos como flores, hierba Dhruva y pasta de sándalo, para adorar al Señor Visnu. Antes de ofrecer su adoración al Señor, se dieron un baño en el sagrado río Ganges. Sin embargo, mientras se bañaban, vieron cómo el joven Nimai huía a toda prisa con sus artículos de adoración. En ocasiones, Él solía nadar bajo las aguas sagradas y halar las piernas de los inocentes, quienes sumergidos a medias en el río, ofrecían absortos sus oraciones al Señor. Otras veces atrapaba a algún muchacho inocentón y vertía agua en sus oídos sólo para hacerle llorar. Una de Sus travesuras favoritas era subirse sobre los hombros de alguno de los bañistas y utilizarlos como un trampolín para sumergirse profundamente en las aguas del río Ganges. En otra de Sus bromas favoritas intercambiaba las ropas de los bañistas masculinos y femeninos, ocasionándoles muchos problemas.

NIMAI EN SUS PÍCARAS TRAVESURAS

Eventualmente, algunas niñas acusaron a Nimai ante Sus padres. Ellas se quejaban de las travesuras de Nimai y Su grupo por haberles arrojado arena después que habían concluido sus baños. Cuando las niñas protestaban ante Nimai y Su grupo, Éste solía replicar alegremente y en son de broma, que pronto todas ellas se casarían con hombres viejos, aunque no contaban más de ocho años de edad. Nimai también solía comer y desparramar las ofrendas que las niñas llevaban para adorar al Señor. Además solía escupirles agua y lanzar pequeñas frutas en sus trenzas. Estas niñas indefensas se quejaron ante Saci-devi, diciéndole que, si no hacía algo para controlar las actividades de su hijo, se verían precisadas a reportárselo a sus guardianes, lo que indudablemente ocasionaría un gran problema.
Saci-devi trató de apaciguarlas lo mejor que pudo y prometió que ataría a Nimai si continuaba con esa conducta. Al día siguiente Jagannatha Misra fue a las riberas del Ganges para sorprender a Nimai en Sus pícaras travesuras. Sin embargo, cuando Nimai nuevamente se acercó a las niñas, una de ellas, que a pesar de todo le dispensaba el más grande afecto, le advirtió con señas que Su padre había llegado a las orillas del Ganges con el propósito de atraparle. Nimai rápidamente corrió hacia Su casa, no sin antes pedirles a Sus amigos que no le dijeran nada a Su padre. Jagannatha Misra buscó a su hijo por todas partes con la intención de castigarle. Fue acordado que si Nimai repet%